viernes, 17 de octubre de 2008

La vida


Rompe un cántaro la vida
Cuando me roza la espalda
A veces se esfuma al filo
De los rituales del agua
A veces se me adormece
Con la cintura quebrada
Deshuma sus candeleros
Ciega las velas al alba
Y me esconde las agujas
Que van tejiendo mi trama
Se desintegran los cielos
Y se incendia la comarca
Rompe un cántaro la vida
Cuando me roza la espalda.


Octosílabos

Desde los veintipico no volví a escribir con octosílabos. La vanguardia poética posmoderna desprecia la rima asonante y la estructura romancera. Deja en el desván de las muñecas rotas a Lorca y cercena mi avidez por la música ligera de la verde métrica del andaluz. Pues que revienten. Estos son octosílabos modelo 2008. Federico no morirá jamás. A pesar de los falangistas y de Vicente Aleixandre.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Regreso del derrumbe


Un año conviví con ellos. Eran miles. Un pueblo entero. Brotaban todo el tiempo de mí, creo, porque era necesario. Ellos se desintegraron de horror, sin códigos ni esperanza. Se derrumbaron, se desangelaron y se desalmaron. Yo los escribí porque era necesario. Porque había que escribirlos en ese momento de la historia. De la mía, de la nuestra. Me eligieron a mí para que lo hiciera. La novela de un pueblo derrumbado mientras se deshacía mi propio espacio vital. Mientras el país se venía abajo y estábamos todos bajo la tierra yerta del cementerio. Rey de Azares nació en 2002 y cuatro años después fue el origen de este blog. Fue la primera letra que se lanzó a la web desde el pájaro sin luz.
Nació del derrumbe y de una historia loca del siglo XVII: la de Artemisia Gentileschi, una hija artística de Caravaggio que me presentó como si nada Silvio Oliva Drys por aquellos tiempos.
Después el país volvió a abrir los ojos, como siempre. Como inmortal. Pero el pueblo cruzado por un hado inexorable, el de Rey y Artemisia, no. La novela quedó telarañada, del lado oscuro de las cosas. Hasta que Silvio Oliva Drys –en medio de su huracán gestionador de maravillas- dispuso un Espacio de Arte que en minutos no más será punto com, que representará artistas increíbles hacia el mundo y como si fuera poco editará Rey de Azares con posibles prólogos e ilustraciones impensados que jamás me animaría a poner en palabras aquí.
Puro azar esquivo y perentorio es la vida.
Rey sabe de esas cosas.

sábado, 23 de agosto de 2008

Y firmó


Y firma el Emperador
Derógase en forma total y absoluta el tiempo.

Y en este mismo instante que no transcurrirá jamás, lo que fue, lo que es y lo que será es hoy.

Y se anula definitivamente el pasado y su carga descomedida.
Y se anula definitivamente el futuro y su marca letal en el cuerpo de los mortales.
Y se anula definitivamente la muerte de todos los habitantes del imperio pero fundamentalmente la del emperador.
Y se dispone que la mujer que en este instante cruza el puente levadizo es será la mujer del emperador. Hoy. Ahora. Que es siempre.

Y firma el Emperador.

Que no deja de firmar porque el tiempo ya no es

y la mujer que cruza el puente levadizo sigue cruzándolo no deja de cruzar y no llega jamás llega.

Y el emperador está solo y no tiene el tiempo porque ya no hay

porque firma que se deroga y él firma y la mujer cruza y él firma y la mujer cruza y él firma y

miércoles, 13 de agosto de 2008

Noticias en la arena


Habrá noticias de este mundo
en un diario de arena
un día de éstos

Palabras que se escriben y se esfuman
con la tiranía de los vientos

Yo tengo las piernas ahogadas
y la cabeza en la pira
Lo publicaría en las primeras planas
si no hubiera un oleaje
devorador como el olvido

Yo tengo el corazón en un hilo
por el que trepo a mi vértice
sin temor a que se corte

Habrá noticias de este mundo
en un diario de arena
un día de éstos


Pero siempre se desvanece siempre
el verbo final

martes, 15 de julio de 2008

Manzana


En la manzana
está la voz
En las láminas rojas la impericia
de un país
En sus lomas rosadas la osadía
del que cae
En la manzana
está el grito
En el rojo absoluto la discordia
de los más
En la manzana
está
el descuido
de los que no
miran atrás


viernes, 4 de julio de 2008

TRANSOCEANICAS - Aroa y Erato


De pronto descuelgan un ala maltrecha y se vuelven águilas transoceánicas. Están tan cerca y tan lejos, en la vieja Europa matriarcal, en el país que se le cae a la Europa soberbia, en el que se escapa de su carne continental. Y osa, profundo, acariciar la negritud del abajo sometido.
Sé que una respira en Madrid, en una vieja casa de aljabas que se inunda mientras duerme cuando sorprende el aguacero del verano. Sé que otra recorre largos caminos nevados y descose palabras que recoge de las orillas, como flores silvestres. Sé que una se agita en el vértigo del cierre y al día siguiente otros leen palabras que envejecen al ocaso. El diario que es abrigo para el que duerme en la calle. Sé que otra camina con niños y les suelta la mano sólo a la hora de la rayuela.
Sé que están, tan cerca y tan lejos.
Peninsulares.
A veces timonean y vuelven las proas hacia el sur de los sures. Y visitan la vida que estalla por estas tierras en llamas por jóvenes, por incoscientes, por confinadas a los márgenes del mundo. Cuando llegan a mi casa les sirvo café y masas picantes de genjibre. Algún día se animarán al mate Aroa y Erato. Y ese día estarán definitivamente compañeras en estas venas abiertas del fin del mundo.
La foto se la robé a Aroa

domingo, 29 de junio de 2008

Final de vuelo


Buscó el pájaro por todos los arrabales del mundo. Le dijeron que era rojo. Y con mirada negra. Lo buscó como se buscan los amores. A contramar. Lo buscó oscuro y penitente. Pero era rojo. Y con mirada negra. Le dijeron que brillaba. Como una estrella única y desafiante en el fin de este mundo. Le dijeron que vuela de la boca de los dioses desterrados. Cuando laten los últimos tictaques. Y vuelven a tomar venganza. Le dijeron que era el último sol del último día. Lo buscó. Como buscan los locos. Hasta en las otras vidas. Lo buscó ácido y sin alas. A la luz de la noche. Lo buscó en los tachos de basura. Y en los huecos de los armarios. Le dijeron que era el último. El último pájaro de todos los pájaros. Rojo. Con mirada negra. Lo buscó en el sueño de los pobres. Y en el terror de los perdidos.
Buscó el pájaro por los arrabales de todas las vidas.
Lo encontró muerto. En la deriva del viejo mundo.
Le quitó una pluma.
Y con su sangre
escribió
el final.

miércoles, 25 de junio de 2008

hacia

Busco una pequeña huella en el destino
Habrá un rastro
Un guijarro cómplice
El hilo de Ariadna
Un rayo alucinado
Hacia él voy
Con el rumbo perplejo
y la piel del revés
Errante
Y
Sola
Ante las ruinas del mundo

martes, 10 de junio de 2008

Memoria

Desde que murió no pude entrar aquí.
Gorrión de fuego o pájaro sin luz, me quedé afuera.
Buscando a ciegas una piedra donde sentarme, una memoria donde guardar lo que no quiero recordar más.
Nunca fuimos amigos. No pudimos entendernos jamás. Me separaron de él miradas y mundos de otro planeta.
Me reconoció hasta el final, cuando ya había cambiado todos los nombres y olvidado todos los recuerdos. Me sonreía. Creo que me amaba profundamente.
Después me quedé afuera. Buscando la memoria ésa donde esconder todo aquello que hay que olvidar.
El 8 de mayo murió mi viejo.

viernes, 4 de abril de 2008

Niño que mira


El niño mira.
Como un panóptico mira. El niño.

Tiene un campo visual de ciento ochenta grados. A veces más. Y mira. El niño mira con la nuca, con el pelo grueso y rebelde. Mira con el cuello, con la clavícula, con el estómago.
El niño mira con el estómago.
Está parado en una esquina del mundo y mira.
Hay una especie de guerra absurda. Alguien habla a multitudes y se la ve contrariada. Airada. Feroz. Decenas de miles de una punta a la otra punta sitian las ciudades como para el ataque final. Y el niño mira. La cabeza hacia un lado. Hacia el otro. Cortan las rutas y gritan consignas y se dicen bravos y cojonudos. Y que quieren que se caiga éste y ésta y que muera aquel. Y que al otro habría que.
El niño mira con los muslos. Mira con los dedos. Mira con la panza.
Mira con la panza.
Como un panóptico mira.
Y ve correr ríos de leche arrojada en los caminos. Y ve diezmiles y cienmiles de pollitos amarillos y pequeños ahogados en grandes fuentes con grandes manos que les empujan las cabezas dentro del agua. Y ve una camionada de imbéciles que tiran millones de naranjas en la ruta. Y ve cómo los duraznos llegan podridos y las peras hechas agua y los morrones con bichos y las lechugas negras y con gusano. Y ve que una camarilla de canallas tira la comida que podía comer él y sus hermanos y sus vecinos. Y él mira y ve mira y ve mira y ve.
El niño mira.
Y le viene una náusea. Tan grande tan grande. Que ya no tiene hambre.
Entonces cierra la ventana.
Y se aprieta a los tobillos de su madre.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Un año en vuelo


Este pájaro sin luz ha volado un año por cielos de tormenta y ha bajado a veces, sólo a veces, en busca de semillas, gotas trasnochadas, briznas tiernas. Hoy, un año después de emprender vuelo sin rumbo, es difícil bajar a tierras arrasadas. A tempestades donde hay sólo basura en el ojo del huracán. Donde los monstruos están sueltos y sus delegados vociferan en las calles. El pájaro sin luz cumple un año y sabe que si tuviera luz debería apagarla. Las bombas y el odio pueden alcanzarlo. Si lo ven sabe que será un buen blanco. Un pecho codiciado para los odiantes.

Vuela más sin luz que nunca, el pájaro. Para que no lo descubran. Sabe que lo acechan. Que cualquier piedra puede destrozarle el nudo que le ata las alas. Eso bombeante que llaman corazón. La calle está apretada de indignidad. Apropiada por otros. Por los leviatanes de esta historia. La calle está sucia. Conquistada. Muerta.

El pájaro sin luz, tras un año de vuelo, se enrama en un plátano. Y atisba la hoguera desde allí.

Sin luz. A punto de otro cielo.

sábado, 22 de marzo de 2008

tres de diez mil



Llenarían treinta veces esta sala.
La tercera parte de una ciudad así.
El estadio y la plaza en llamas y la historia.
Pero también
Irrumpirían en las casas vedadas
En los campos ajenos en las rutas arrancadas
En las calles donde ahora suenan otros.
Asaltarían los sueños para volverlos a casa
Para sacarles el quiste
De los apropiadores
Y recuperarse nosotros
Recuperarnos ellos
Volver a nuestras casas aquellas casas suyas
A la calle que hierve que vibra
La calle que es nuestra
Tres y diez mil veces nuestra
Y llenarla de pasos
de tinta y de gritos ahogados
Y buscar las rayuelas y la sangre ya negra
Y las rodillas rotas y el azar preconcebido
Y el túnel infinito y oscuro por donde se fueron
Y encontrar en la noche el camino que falta
Y traerlos de a uno, de a cinco
de a diezmiles
Porque estamos muy pocos
Y somos
Cada día más solos

viernes, 7 de marzo de 2008

Toc toc tumb tumb


De pronto el corazón empieza a taquear. Toc toc tumb tumb como una murga mortuoria saludando en calles extremas. Nocturnas. Desangeladas. Camina un poco y se hace sentir. Generalmente uno no siente que tiene corazón o estómago o sexo. Si llama es alerta. Si el corazón empieza a recordarte que tenés corazón, es la muerte o el terror. Toc toc tumb tumb llama. Con nudillos azules golpea todas las puertas. Tiembla en las piernas en los ojos en las costillas. Taquea fuerte en una callejuela turbia esquivando adoquines. Taquea en el alma y en la piel.
Toc toc tumb tumb el corazón habla por vos. Huye de la mano independiente con dedos de púa que lo atrapa siempre siempre porque el corazón está encerrado en la celda mínima del pecho agolpado en la frontera del esternón y las costillas y la garganta y de ahí no se sale, él lo sabe. Y la garra lo apresa y lo aprieta y él siente que explota, que revienta, que escupirá toda la sangre, toda, para hacerse pequeño y que ya no bombeará más para pasar inadvertido y hacerle creer a la garra que ya murió y que las púas se vayan en busca de otro corazón imprudente que taquee sin freno. Pero la garra no cree, nunca cree y aprieta, más y más. Y el corazón fuga temerario, se escurre hacia arriba e intenta salir por la garganta y no deja respirar y sube hasta la boca que se abre pero no hay lugar, no hay puertas, no hay salida y se vuelve y cae cansado ya sin ánimo toc toc tumb tumb toc tumb y es más o menos
la muerte pero no del todo.

jueves, 24 de enero de 2008

Coraje


Aquí empieza el día
A ver quién se banca la luz
En este preciso filamento de frontera
Comienza el día
Con su insolencia exhibicionista
Con su muestrario de pájaros
Inevitables
Con su florerío desconcertado
Empieza el día
Señoras y señores
A ver quién se toma el coraje
Entre los dientes
Para salir a despuntar una alegría
Yo, hasta ahora, me quedo con mi sombra
Apabullada
Irreverente
Sólo que no sé qué voy a hacer cuando me ataquen
esas ganas desmadradas
de reírme hasta los huesos
al violento temblor del sol

miércoles, 9 de enero de 2008

Un país



Mi cabeza trepa y erosiona
Tus vías aceitadas
Soy el resto de un país

Tengo un camino abierto en la condena
Un río violento en las rodillas
El futuro alquilado
Puesto en los huesos del día
Roto
Como los restos de un país

Y a la hora de la tregua
Estarás en el tren de la frontera
Yéndote de mis ruinas mi país
Y acaso me lleves
Y me fundes en otra tierra prometida

sábado, 5 de enero de 2008

Benteveo


No hay finales felices en la vida del mundo. Hay Otro que tal vez podría torcerlos y escribir vida sobre muerte. Pero siempre mira hacia el lado opuesto de donde estamos parados, agitando los brazos.
Lo descubrimos en el parque. Cinco horas antes de que se acabara el año. Redondo y desconcertado. Las alas insuficientes. El pecho escandalosamente amarillo y la cresta negra con cintita blanca asomando apenas. Era un benteveo. Casi una brizna.
Estaba solo en medio de un universo plagado de peligros. Piaba y su madre, desde lo alto de los pinares, le respondía con firmeza. Pero no bajaba a llevárselo. Decretamos una muerte segura. Acaso con el último suspiro del año. Esa agonía paralela nos supo a amargas señales.
Volvimos tres días después. Había pasado la vida entera, devastadora. Las bacanales del 31, los ardores estivales, la lluvia nocturna, el viento del sur. Y él estaba allí. Sobreviviente. Respondiendo al piar altivo de su madre. Algo crecido. Con las alas en pleno intento.
“Mañana le traigo carne picada”, dijo Lucy. Lucy siempre tiene una infancia a mano. La guarda en el bolsillo, dobladita y planchada, para cuando sea necesaria. Y la saca a golpes de ternura.
Al otro día Lucy llegó con carne picada y una vasija azul con agua. El benteveo había crecido más. Ya esbozaba vuelos bajitos y tenía la cabeza en alto, preparado físicamente para volar. Supimos, por esa intuición que uno pretende certeza, que su madre se las arreglaba para armar una compleja red de contención desde el pináculo. El piar comprometido, el grito ancestral del benteveo, el de la madre judía que lo controla y le avisa, todo el tiempo, ven te veo, más los bichitos desprevenidos y alguna lombriz joven lo habían mantenido de nuestro lado.
“Mañana le traigo semillas”, dijo Lucy.
El joven benteveo, ubicado estratégicamente en un acústico triángulo de acacias, escuchaba y respondía las indicaciones del clan.
“Va a vivir”, dijo Lucy, que de estas cosas sabe. Y antes de guardarse la infancia en el bolsillo blanco declaró con solemnidad: “Uno de estos días sólo vamos a encontrar un cartel escrito con soretitos que dirá ´Gracias´”.
Nos fuimos con una alegría irreverente. Esa sobrevida inescrutable era la prueba de que los negritos panzones de Mogadiscio, los chicos de Bagdad sin Scheerezade, los patasucias de Fiorito tenían una chance en la selva del mundo. Era como verlos intentar su vuelo bajito, esquivando metrallas y obuses.
Esa tardecita volví sola. No sé por qué quise contar un cuento y creérmelo y determinar con poder absoluto que ésa era la verdad.
Lo encontré desplumado y con el pico entreabierto. Desplumado y solo. Había sobrevivido cinco días en el parque sólo con la voz de su madre marcándole los ritmos de sus pulmones y su corazón. Pero el mundo le propinó su merecido. A quén se le ocurre creer en los milagros.
Ahora no sé cómo decirle a Lucy que mañana no lleve semillas al parque.
Será como decirle que tampoco los panzones de Mogadiscio, ni los de Bagdad sin Scheerezade ni los patasucias de Fiorito.
Y temo que su infancia se me ponga a llorar.