Salpico el principio
de todas tus noches,
con luciérnagas que tocan jazz
más allá de las doce,
y en la media luna,
junto a los sueños que acunan
los niños dormidos de Katmandú.
Lo que ofrezco no es mucho,
apenas unas luces
que sobrevuelan, en silencio,
el aire de esas líneas
que se curvan con la forma
exacta de tu nombre,
y los modos de tu cuerpo.
Así reinas en la cercanía
de la república de las distancias,
agasajada por mi pensamiento
que te viste con seda de arena,
y que te desnuda como se desnuda
el agua cuando sólo quiere ser mar.
Te deletreo como a la palabra única
que quiero aprender a escribir,
te reivindico, me reivindico,
y te reclamo desde la ventanilla
cerrada de un billete de estación,
y te digo, y te cuento,
y también escucho, a veces,
con ojos de contrabando,
las historias del mundo que calla tu voz
Pokito Chus, desde España