lunes, 8 de octubre de 2007

Espera



A la madrugada se paró en la esquina a esperar. Se calzó los anteojos a mitad de camino de la nariz. Se rascó el tobillo izquierdo con la punta del zapato derecho. Se acomodó el cuello como si fuera desmontable. Y puso su paciencia a rodar.
Diez años y veintidós días esperó. Hasta que la vio una tarde nubosa, de invierno tardío. Morena, cabellos húmedos, caderas anchas. Diez años y veintidós días viéndola crecer. A esa pequeña mujer vio morir entre sus dedos en un sueño fatal hace diez años, veintidós días y dos horas.
La miró desaparecer en un umbral estrecho. Sacudió las piernas, desentumeció el alma y comenzó el regreso a casa. Era dios: acababa de burlar el destino.

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