domingo, 23 de septiembre de 2007

Sin semillar


Ni siquiera me despedí y pasó un mes sin semillar esta tierra. Este jardín mínimo en el que suelen crecer nomeolvides celestes porque de vez en cuando se me caen palabras que brotan después. Tuve miedo hasta de pasar por el huerto. Creo que lo miré de reojo un par de veces y no me atreví a entrar. Un miedo atroz a encontrarlo abandonado, plagado de yerbamala. Lo quisiera fresco, abonado de adrenalina y zumos del cuerpo y del alma. Lo quisiera florecido, loco, como cuando irrumpe de pronto la primavera y le asesta una puñalada de jazmín a la noche. Pero no lo semillé, no lo sembré y tuve miedo de que hubiera pasado el mundo por encima y lo hubiera arado con las cuchillas del olvido.

No quiero ya más juegos que no sean éste. No quiero más ausencia de lo que vale. No quiero perderme en un camino ancho y despinado. Sólo quiero mi trecho tortuoso, mis piedras en el paso que me recuerdan que estoy, que soy y que debo guerrear hasta la sangre.

Vuelvo después del quién sabe y del nunca.

Quiero mi casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por aquí se notaron especialmente las ausencias como la tuya Silvana, esas palabras puestas del as o del revés, tu siembra peculiar. Me alegra tu vuelta. Un abrazo. Erato