sábado, 7 de abril de 2007

Fuente del Alba



Buscar justicia es coquetear con la muerte. La muerte ronda todos los caminos. Y espera en la ruta. Se calza carteles en el pecho y engaña a los comedidos. Carlos Fuentealba creyó que alzaría a la justicia en el auto. Pero alzó a la muerte. Traidora, implacable. Sicaria de los cobardes que odian pero no se atreven. Fuentealba -tiene nombre de fuente clara y de amanecer a gritos- enseñaba química en una cocina. Y dejó una casa a medio construir, como la vida. La propia. La justicia a veces se queda dormida. Y la muerte nunca, jamás cierra los ojos.
Hoy todos somos Fuentealba.
Nunca. Jamás seremos la muerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado el poema. Para mí, cuentas esto con un inventario de idas, y venidas, de razones, y disloques, un universo hecho con multiversos de letras indelebles más allá de una nariz que las lee. Me gustó mucho el otro día, y no quería dejar de decirlo, Silvana. Un saludo.

Anónimo dijo...

Precioso. Nunca se me hubiese ocurrido semejante alegoría y al leerla se ve tan claro... Creo que eso es una buena poesía. Me gustó mucho.