
La casa está grande. Yo a veces la camino despacio, le espío los rincones. Hay olor a pintura fresca y voces de cuartos vacíos. Está llena de gente pero no hay nadie. Yo la quería así a la casa. Despejada y hueca. Para subirme yo al reinado de sus paredes. Pero está grande. Y llena. Aunque Eco responda al cierre de las puertas y a mi voz chiquita preguntando por alguien. La quería así. Y ahora le temo. Porque están todos aquí. Pero no hay nadie. No hay la vida saltando por las ventanas mientras el sol averigua. Está grande y vacía la casa. La vestí colorida y tibia. Como la soñaba. Pero cuando me asomo, apenitas, aparecen colgados en mi almohadones. Dormidos en mi cama. Vestidos en mis placares. Leídos en mi biblioteca. Yo me tomo de un trago la resignación. Y me hago pequeña en la habitación de los días. Con la notebook que me habla a los ojos. Tan cerca de la puerta. Donde me salvan los pájaros que discuten las voces de la radio. Y yo me puedo evadir entre las madreselvas cuando vienen por mí.