miércoles, 26 de septiembre de 2007

Niño blanco


El niño vuelve a su cloaca a las ocho de la noche.
De día es un niño negro, puesto en el mundo de prepo, atrapado por el hambre. Camina con el ombligo al aire por una ciudad donde es solo y único. Que no repara en él. Ni lo repara. El pan que lleva en el bolsillo le costó una batalla de sangre con el viejo que duerme en la ochava y las cucarachas que trepan al amanecer por la boca de tormenta. De día es un niño negro entre gente blanca. Una mosca en la nieve. Una pizca violenta que altera la armonía del mundo.
De tardecita se vuelve a casa. Sube la tapa en medio del pavimento y baja la escalerilla musgosa que lleva al intestino de la ciudad. Millones de ratas negras le disputarán el pan. De noche es un niño blanco.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Sin semillar


Ni siquiera me despedí y pasó un mes sin semillar esta tierra. Este jardín mínimo en el que suelen crecer nomeolvides celestes porque de vez en cuando se me caen palabras que brotan después. Tuve miedo hasta de pasar por el huerto. Creo que lo miré de reojo un par de veces y no me atreví a entrar. Un miedo atroz a encontrarlo abandonado, plagado de yerbamala. Lo quisiera fresco, abonado de adrenalina y zumos del cuerpo y del alma. Lo quisiera florecido, loco, como cuando irrumpe de pronto la primavera y le asesta una puñalada de jazmín a la noche. Pero no lo semillé, no lo sembré y tuve miedo de que hubiera pasado el mundo por encima y lo hubiera arado con las cuchillas del olvido.

No quiero ya más juegos que no sean éste. No quiero más ausencia de lo que vale. No quiero perderme en un camino ancho y despinado. Sólo quiero mi trecho tortuoso, mis piedras en el paso que me recuerdan que estoy, que soy y que debo guerrear hasta la sangre.

Vuelvo después del quién sabe y del nunca.

Quiero mi casa.